jueves, 14 de agosto de 2014

"Un asesor de empresas que enseña cómo llenar un recipiente"


Un relato sobre cuáles deben ser nuestras prioridades en la vida

Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
-"¿Cuántas piedras piensan que cabe en el frasco?"
Después que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
-"¿Está lleno?".
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gramilla. Metió parte de la gramilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.
El experto sonrió con ironía y repitió:
-"¿Está lleno?".
Esta vez los oyentes dudaron:
- "Tal vez no".
-"¿Bien!", dijo.
Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
- "¿Está lleno?", preguntó de nuevo.
- "¡No!", exclamaron los asistentes.
- "Bien", dijo.
Y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
- "Bueno, ¡qué hemos demostrado?", preguntó.
Un alumno respondió:
- "Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas."
- "No", concluyó el experto: "Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrías colocarlas después.
-Cuáles son las grandes piedras en tu vida? DIOS, las personas amadas, tus hijos, tus amigos, tus sueños. Recuerda, pon las grandes primero. El resto, encontrará su lugar.















"Mi Padre me verá jugar"


Un relato sobre la persistencia, el amor paterno y la existencia del cielo
Un muchacho vivía solo con su padre; ambos tenían una relación extraordinaria y muy especial. El joven pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio. Usualmente no tenía la oportunidad de jugar, sin embargo su padre permanecía siempre en las gradas haciéndole compañía en cada partido.

El joven era el más bajo en estatura de su clase. Pese a ello, cuando comenzó la secundaria insistió en participar en el equipo de fútbol del colegio. Su padre le daba orientación y le explicaba que no tenía que jugar fútbol si no lo deseaba en realidad... pero el hijo amaba el fútbol, no faltaba a una práctica, ni a un juego. Estaba decidido a dar lo mejor de sí, ¡se sentía felizmente comprometido!

Durante su vida en secundaria, lo recordaron como "El calentador de banco", debido a que siempre permanecía sentado. Su padre lo animaba con su espíritu de aliento y el mejor apoyo que hijo alguno podía esperar.
Cuando comenzó la Universidad, intentó entrar al equipo de fútbol; todos estaban seguros que no lo lograría, pero a todos venció, entrando al equipo. El entrenador le dio la noticia, admitiendo que lo había aceptado además por la manera como él demostraba entregar su corazón y su alma en cada una de sus prácticas y porque eso le contagiaba a los demás miembros del equipo un gran dosis de ánimo.


La noticia llenó por completo a su corazón, corrió al teléfono más cercano y llamó a su padre, quien compartió con él la emoción. Le enviaba en todas la temporadas todas las entradas para que asistiera a los juegos de la universidad. 
El joven atleta era muy persistente, nunca faltó a una práctica ni a un juego durante los cuatro años de la universidad, sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de participar activamente en alguno.


Cuando se acercaba el final de la temporada, justo unos minutos antes que comenzara el primer juego de las eliminatorias, el entrenador le entregó un telegrama. El joven lo tomó y luego de leerlo lo guardó en silencio, tragó muy fuerte y temblando le dijo al entrenador:
- "Mi padre murió esta mañana. ¿No hay problema de que falte al juego de hoy?".

El entrenador le abrazó y le dijo:
- "Tómate el resto de la semana libre, hijo, y no se te ocurra venir el sábado".

Llego el sábado y el juego no estaba muy bien. En el tercer cuarto cuando el equipo tenía 10 puntos de desventaja, el joven entró al vestuario, calladamente se colocó el uniforme y corrió hacia donde estaba el entrenador y su equipo, quienes estaban impresionados de ver a su luchador compañero de regreso.

- "Entrenador, por favor, permítame jugar... yo tengo que jugar hoy", imploró el joven. El entrenador pretendía no escucharle. De ninguna manera podía permitir que su peor jugador entrara en el cierre de las eliminatorias, pero el joven insistió tanto, que finalmente el entrenador sintiendo lástima y lo aceptó:

- "OK, hijo, puedes entrar. El campo es todo tuyo".
Minutos después el entrenador, el equipo y el público, no podían creer lo que estaban viendo. El pequeño desconocido, que nunca había participado en un juego, estaba haciendo todo perfectamente bien. Nadie podía detenerlo en el campo, corría fácilmente como toda una estrella. Su equipo comenzó a ganar, hasta empatar el juego. En los últimos segundos de cierre, el muchacho interceptó un pase y corrió todo el campo hasta ganar con un "touchdown".

La gente que estaba en las gradas gritaba emocionada y su equipo lo cargó por todo el campo. Finalmente, cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven estaba sentado calladamente y solo en una esquina. Se acercó y le dijo:

- "Muchacho, no puedo creerlo, ¡estuviste fantástico!... Dime: ¿cómo lo lograste?"
El joven miró al entrenador y le dijo:
- "Usted sabe que mi padre murió... pero, ¿sabía que mi padre era ciego?" El joven hizo una pausa y trató de sonreír. "Mi padre asistía a todos mis juegos, pero hoy sería la primera vez que él podría verme jugar...y yo quise mostrarle que sí podía hacerlo"













La Fe mueve montañas



Reclama las cosas que quieres sintiendo que son tuyas. Cuando lo hagas, la ley de la atracción moverá todas las circunstancias para que lo recibas.

Hace setenta años yo era una pequeña niñita, tenía un hermano y una hermana mayor. Mi padre estaba muy enfermo y permanecía en cama, mientras mi mamá cosía todo el día, para mantenernos, en su vieja máquina de coser.
No la escuché nunca quejarse de nuestra suerte, aunque el fuego que nos calentara bajase o la comida escaseara.
Las cosas funcionaban especialmente mal ese verano y para colmo se agregó la carta que nos llegó de la casa de préstamos donde decía que a menos que le pagáramos la cuota que le debíamos, nos quitarían la máquina de coser que finalmente era nuestra única posesión.
Me quedé congelada cuando ella leyó la carta y una gran diversidad de desastres aparecieron en mi mente de niña. No noté a mi madre horrorizada, al contrario la veía calma. Yo lloraba pensando que sería de nuestra familia, mientras mi madre decía que ella tenía confianza, que algo pasaría y no perderíamos la bendita maquina.
Llegó el día en que vendrían por ella y escuché golpear en la puerta de la cocina. Yo estaba asustada, sabía que esos hombres se la llevarían. Sin embargo, el que vino, era un señor muy bien trajeado que portaba un bebé en brazos. Le preguntó a mi madre si ella era la Sra. Perkins y le contó que él tenía un problema. El farmacéutico le recomendó visitarla pensando que ella podría ayudarlo.
Mi esposa tuvo un accidente ayer y está internada, dijo. Nosotros vivimos aquí hace muy poco tiempo y no tenemos relaciones ni amigos. Yo necesito abrir mi consultorio en el día de hoy. ¿Podría cuidar de nuestro bebé por unos días? Le pagaré por adelantado, le dijo mostrándole un billete de 50 dolares.
Mi madre tomó el dinero y el bebé, y le dijo: Vaya tranquilo, nosotros nos ocuparemos del bebé mientras lo necesite.
Cuando el hombre se fue mi mamá nos miró y con lágrimas corriendo por sus mejillas nos dijo:
- Ya sabía que todo se solucionaría.


lunes, 11 de agosto de 2014

Nunca es demasiado tarde

En 1977 pensaba que era una persona con éxito. Después de todo, poseía el 50% de un negocio muy exitoso. Tenía un doctorado. Estaba casado y tenía tres hijos. Y pensaba que había hecho todo esto con mi propia capacidad y sabiduría. Parecía como si podría lograr hacer cualquier cosa si solamente trabajaba suficientemente duro. Mi conocimiento y la fortaleza de mi voluntad propia, mis títulos y mis éxitos en los negocios eran cosas muy importantes para mí, y los puse delante de cualquier otra cosa. Pero mi hijo de 20 años tenía otras prioridades. Alan trató de compartir conmigo acerca de lo que Jesucristo significaba para él, pero yo estaba convencido que no necesitaba a Jesús. Como ingeniero químico, trato de probar o desaprobar la existencia de Dios, de la igual forma como pruebo reacciones químicas en el laboratorio. La conclusión de este examen había salido sin resultados, así es que ignoré a Dios.

Fue entonces cuando Alan se enfermó seriamente y fue llevado al hospital. Su corazón había cesado de latir. Me paré fuera de la sala de emergencia, luchando con el dolor y la angustia que estaba sintiendo, y el sentimiento de ser incapaz de hacer algo. Me di cuenta que no podía hacer nada. Mi hijo estaba luchando entre la vida y la muerte, y no había nada que pudiera hacer al respecto. Ni siquiera sabía cómo rezar.

Alan sobrevivió a un arresto cardíaco, pero se quedó en el hospital por un largo tiempo, sufriendo de una infección seria en la cabeza. Me dijo muy dulcemente:

- "Sé que es el Plan de Dios. Si el propósito de Dios es que mi sufrimiento te lleve a conocerlo, entonces todo lo que estoy experimentando vale la pena".
¡Estaba asombrado! Junto a su cama, cada día le leía su Biblia. Por primera vez, empecé a aprender lo que la Biblia realmente era. Y empecé a aprender acerca de Jesús. La fe de Alan en Jesús, junto con lo que había leído en la Biblia me hizo entender que Jesús es real. 

Un mes más tarde, le abrí el corazón a Cristo. Sabía que Dios quería que tuviera una vida con más significado. ¡Alan estaba muy contento cuando le conté acerca de mi conversión! Había orado por mucho tiempo para que su padre pudiera saber acerca de la vida eterna.

Tres semanas después Alan entró en coma. Por tres días casi nunca abandoné mi lugar al lado de su cama, hasta que finalmente dejó su vida aquí en el mundo para estar con el Señor. Había esperado con ansia la oportunidad de compartir mi nueva vida con mi hijo. Sé que lo voy a ver de nuevo algún día. A pesar de que estamos apenados, Dios nos dio a mi esposa y a mí una paz y esperanza que sobrepasa todo entendimiento humano. La Biblia promete esto en Filipenses 4:7.

La Biblia dice en 2 Corintios 5:17 que si alguno está en Cristo, "nueva criatura es". Las cosas viejas han pasado, y las nuevas han llegado. Esto es ahora la verdad de mi vida. Ahora, Dios es primero, en todo. Los principios con los cuales tomo decisiones también han cambiado completamente. Le pido a Dios que me ayude a hacer decisiones correctas en mis negocios y ya no dependo solamente de mi conocimiento.



Las piedrecitas azules

Habían dos piedrecitas que vivían en medio de otras en el lecho de un torrente. Se distinguían entre todas porque eran de un intenso color azul. Cuando les llegaba el sol, brillaban como dos pedacitos de cielo caídos al agua. Ellas conversaban en lo que serían cuando alguien las descubriera: "Acabaremos en la corona de una reina" se decían.

Un día por fin fueron recogidas por una mano humana. Varios días estuvieron sofocándose en diversas cajas, hasta que alguien las tomo y oprimió contra una pared, igual que otras, introduciéndolas en un lecho de cemento pegajoso, lloraron, suplicaron, insultaron, amenazaron, pero dos golpes de martillo las hundieron todavía más en aquel cemento.

A partir de entonces solo pensaban en huir. Trabaron amistad con un hilo de agua que de cuando en cuando corría por encima de ellas y le decían:
- "Fíltrate por debajo de nosotras y arráncanos de está maldita pared".

Así lo hizo el hilo de agua y al cabo de unos meses las piedrecitas ya bailaban un poco en su lecho. Finalmente en una noche húmeda las dos piedrecitas cayeron al suelo y yaciendo por tierra echaron una mirada a lo que había sido su prisión. La luz de la luna iluminaba un espléndido mosaico. Miles de piedrecitas de oro y de colores formaban la figura de Cristo.

Pero en el rostro del Señor había algo raro, estaba ciego. Sus ojos carecían de pupilas. Las dos piedrecitas comprendieron. Eran ellas las pupilas de Cristo. Por la mañana un sacristán distraído tropezó con algo extraño en el suelo. En la penumbra pasó la escoba y las echó al cubo de basura.

Cristo tiene un plan maravilloso para cada uno de ustedes, y a veces no lo entendemos y por hacer nuestra propia obra malogramos lo que él había trazado. Son ustedes las pupilas de Cristo. Él los necesita para que a través de ustedes pueda llevar el amor al mundo.




El convicto liberado

Cada año, con motivo de las fiestas de aniversario de su coronación, el rey de un pequeño condado liberaba a un prisionero. Cuando cumplió 25 años como monarca, el mismo quiso ir a la prisión acompañado de su Primer Ministro y toda la corte para decidir cuál prisionero iba a liberar. 

- Majestad, dijo el primero, "yo soy inocente pues un enemigo me acusó falsamente y por eso estoy en la cárcel". 

- A mí, añadió otro, "me confundieron con un asesino pero yo jamás he matado a nadie". 

- "El juez me condenó injustamente", dijo un tercero. 
Y así, todos y cada uno manifestaba al rey porque razones merecían precisamente la gracia de ser liberados. 

Había un hombre en un rincón que no se acercaba y que por el contrario permanecía callado y algo distraído. Entonces, el rey le preguntó: "Tu, ¿porque estás aquí?

- El hombre contestó: "Porque maté a un hombre majestad, yo soy un asesino". 

- ¿Y porque lo mataste?, inquirió el monarca.
- Porque estaba muy violento en esos momentos, contestó el recluso. 

- ¿Y porque te violentaste?, continuó el rey. 
- Porque no tengo dominio sobre mi enojo.

Pasó un momento de silencio mientras el rey decidía a quien liberaría. Entonces tomó el cetro y dijo al asesino que acaba de interrogar: "Tú sales de la cárcel". 
Pero majestad, replicó el Primer Ministro, ¿acaso no parecen más justos cualquiera de los otros?
Precisamente por eso -respondió el rey- saco a este malvado de la cárcel para que no eche a perder a todos los demás que parecen tan buenos.

El único pecado que no puede ser perdonado es el que no reconocemos. Es necesario confesar que somos pecadores y no tan buenos como muchas veces tratamos de aparentar.





domingo, 10 de agosto de 2014

La mejor maestra

El primer día de clases, la profesora Thompson, maestra del 5 grado de primaria, les dijo a sus nuevos alumnos que a todos los quería por igual. Pero eso era una mentira, porque en la fila de adelante se encontraba hundido en su asiento Jim Stoddard, a quien la profesora Thompson conocía desde el año anterior y había observado que él era un niño que no jugaba bien con los otros niños, que sus ropas estaban desaliñadas y constantemente necesitaba un baño. Con el paso del tiempo, la relación entre la profesora y
Jim se volvió desagradable, a tal punto que ésta sentía mucho gusto al marcar sus tareas con grandes taches en color rojo y poner una gran "F" en el encabezado.

Un día la escuela le pidió a la Sra. Thompson revisar los expedientes anteriores de cada niño de su clase y ella puso el de Jim hasta el final. Sin embargo, cuando revisó su archivo, se llevó una gran sorpresa. 

La maestra de primer grado de Jim escribió: "Jim es un niño brillante con una sonrisa espontánea. Hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales; es un deleite tenerlo cerca". 

Su maestra de segundo grado escribió: "Jim es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros pero tiene problemas debido a que su madre tiene una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser una constante lucha". Su maestra de tercer grado escribió: "La muerte de su madre ha sido dura para él. Trató de hacer su máximo esfuerzo pero su padre no muestra mucho interés y su vida en casa le afectará pronto si no se toman algunas acciones". 

Su maestra de cuarto escribió: "Jim es descuidado y no muestra mucho interés en la escuela.. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase". 
En este momento la Sra. Thompson se dio cuenta del problema y se sintió apenada consigo misma. Se sintió todavía peor cuando al llegar la Navidad, todos los alumnos le llevaron sus regalos envueltos cada uno de ellos en papeles brillantes y preciosos listones, excepto por el de Jim. Su regalo estaba torpemente envuelto en el pesado papel café que tomó de una bolsa del súper.

Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró dentro de ese papel un brazalete de piedras al que le faltaban algunas y la cuarta parte de un frasco de perfume. Pero ella minimizó las risas de los niños cuando exclamó:
- ¡Que brazalete tan bonito, poniéndoselo y rociando un poco de perfume en su muñeca! 

Jim Stoddard se quedó ese día después de clases solo para decir:
- "Sra. Thompson, hoy usted olió como mi mamá solía hacerlo". 
Después de que los niños se fueron, ella lloró por lo menos durante una hora. Desde ese día ella renunció a enseñar solo lectura, escritura y aritmética. En su lugar, ella comenzó a enseñar valores, sentimientos y principios a los niños. 

La señora Thompson le tomó especial atención a Jim. A medida que trabajaba con él, su mente parecía volver a la vida. Mientras más lo motivaba, más rápido respondía. Al final del año, Jim se había convertido en uno de los niños más listos de la clase y a pesar de su mentira de que ella quería a todos los niños por igual, Jim se volvió uno de sus consentidos. 

Un año después, ella encontró una nota de Jim debajo de la puerta del salón, diciéndole que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida. Pasaron seis años antes de que recibiera otra nota de Jim. Él entonces le escribió que ya había terminado la preparatoria, había obtenido el tercer lugar en su clase, y que ella todavía era la mejor maestra que había tenido en su vida.

Cuatro años después, recibió otra carta, diciéndole que no importando que en ocasiones las cosas habían estado duras, él había permanecido en la escuela y pronto se graduaría de la Universidad con los máximos honores. Y le aseguró a la Sra. Thompson que ella era aun la mejor maestra que él había tenido en toda su vida. 

Luego pasaron otros cuatro años, y llegó otra carta. Esta vez le explicó que después de haber recibido su titulo universitario, él decidió ir un poco más allá. Y le volvió a reiterar que ella era aun la mejor maestra que él había tenido en toda su vida. Solo que ahora su nombre era más largo y la carta estaba firmada por el Dr. James F. Stoodard, M.B. 

El tiempo siguió su marcha y en una carta posterior Jim le decía que había conocido a una chica y que se iba a casar. Le explicó que su padre había muerto hacia 2 años le preguntó si accedía a sentarse en el lugar que normalmente esta reservado para la mamá del novio. Por supuesto que ella accedió. Para el día de la boda usó aquel brazalete con varias piedras faltantes y se aseguró de usar el mismo perfume que le recordó a Jim a su mamá la ultima Navidad. 

Ellos se abrazaron y el Dr. Stoddard susurró al oído de la Sra. Thompson:
- "Gracias Sra. Thompson por creer en mi. Muchas gracias por hacerme sentir importante y por enseñarme que yo podía hacer la diferencia". 
La Sra. Thompson, con lágrimas en sus ojos, le susurró de vuelta diciéndole: 
- "Jim, tu estás equivocado. Tu fuiste el que me enseñó que yo podría hacer la diferencia. No sabía como enseñar hasta que te conocí". 

Las experiencias que tenemos a lo largo de nuestras vidas (gratas y desagradables) marcan lo que somos en la actualidad, no juzgues a las personas sin saber que hay detrás de ellas, dales siempre una oportunidad de cambiar tu vida .














Señales de humo

El único sobreviviente de la inundación de un barco a causa de una terrible tormenta terminó en una isla completamente inhabitada. El hombre, desesperado, oraba incansablemente a Dios pidiendo por su rescate; todos los días miraba hacia el horizonte en busca de alguna señal de algún barco pero nada parecía asomarse. 

Cansado, decidió construir una pequeña choza donde pudiese protegerse de las inclemencias del clima y poner en un solo lugar sus pocas pertenencias. Pero un día, mientras escarbaba en el duro suelo en busca de alimentos se dio con la sorpresa de que su pequeña y pobre choza era consumida por el fuego de las llamas. Lo peor había pasado, pues todo se había perdido. El hombre estaba devastado y entró en una profunda depresión. 
- "¡Dios mío como pudiste hacerme esto!", lloró amargamente. 

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, el hombre despertó por el sonido de un barco que se aproximaba a la isla. Venían a rescatarlo. 
- "¿Cómo supieron que estaba aquí?", preguntó a los hombres que lo rescataron
- "Vimos tus señales de humo", contestaron ellos. 

Es muy fácil perder la esperanza y desalentarnos cuando las cosas no salen bien. Sin embargo, jamás debemos perder la fe en Dios porque Él está siempre pendiente de todo lo que nos sucede, aún cuando nuestras dificultades nos sumerjan en un profundo dolor y sufrimiento, Él estará ahí para confortarnos con su gracia y amor. 

Recordemos la próxima vez que cuando nuestro corazón esté ardiendo en llamas, puede ser una señal de humo para que Dios con su infinito amor y gracia venga a nuestro auxilio. 

Y, para todas aquellas cosas negativas que solemos decirnos a nosotros mismos, Dios siempre tuvo y tiene palabras reconfortantes y muy esperanzadoras.
Nosotros decimos: "Es imposible"
Dios dice: "Lo imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18, 27)

Nosotros decimos: "Estoy muy cansado"
Dios dice: "Yo os daré descanso" (Mateo 11, 28-30)

Nosotros decimos: "Nadie realmente me ama"
Dios dice: "Yo te amo" (Juan 3, 16; 13, 34)

Nosotros decimos: "No puedo seguir"
Dios dice: "Mi gracia es suficiente" (II Corintios 12, 9)

Nosotros decimos: No puedo hacerlo
Dios dice: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filipenses 4,13)

Nosotros decimos: "No estoy disponible"
Dios dice: "Siempre estoy disponible" (II Corintios 9, 8)

Nosotros decimos: "No me puedo perdonar"
Dios dice: "Yo te perdono" ( Romanos 8, 1)

Nosotros decimos: "Tengo miedo"
Dios dice: "No te he dado un espíritu de temor" (II Timoteo 1,7)

Nosotros decimos: "No soy lo suficientemente inteligente"
Dios dice: "Yo te he dado sabiduría" ( I Corintios 1, 30)

Nosotros decimos: "Me siento solo"
Dios dice: "No te dejaré ni te abandonaré" (Hebreos 13, 5)




El mercader y la bolsa

Cierto día un mercader ambulante iba caminando hacia un pueblo. Por el camino encontró una bolsa con 800 dólares. El mercader decidió buscar a la persona que había perdido el dinero para entregárselo pues pensó que el dinero pertenecía a alguien que llevaba su misma ruta.
Cuando llego a la ciudad, fue a visitar un amigo.

- Sabes ¿quien ha perdido una gran cantidad de dinero? le pregunto a este.
- Si, si. Lo perdió Juan, nuestro vecino, que vive en la casa del frente.
El mercader fue a la casa indicada y devolvió la bolsa. Juan era una persona avara y apenas terminó de contar el dinero grito:
- Faltan ¡100 dólares! Esa era la cantidad de dinero que yo iba a dar como recompensa. ¿Como lo has agarrado sin mi permiso? Vete de una vez. Ya no tienes nada que hacer aquí.

El honrado mercader se sintió indignado por la falta de agradecimiento. No quiso pasar por ladrón y fue a ver al juez.
El avaro fue llamado a la corte. Insistió ante el Juez que la bolsa contenía 900 dólares. El mercader aseguraba que eran 800. El juez, que tenia fama de sabio y honrado, no tardo en decidir el caso. Le pregunto al avaro:

- Tu dices que la bolsa contenía 900 dólares ¿verdad?

- Si, señor, respondió Juan.
- Tu dices que la bolsa contenía 800 dólares, le pregunto el juez al mercader.
- Si, señor.

- Pues, bien, dijo el juez, considero que ambos son personas honradas e incapaces de mentir. A ti porque has devuelto la bolsa con el dinero, pudiéndote quedar con ella. A Juan porque lo conozco desde hace tiempo. Esta bolsa de dinero no es la de Juan; aquella contenía 900 dólares. Esta solo tiene 800. Así pues, quédate tu con ella hasta que aparezca su dueño. Y tu, Juan, espera que alguien te devuelva la tuya.

Como la rutina puede matar el amor

Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito.Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: 

- "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". 

Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. 
- "Quiero que maten al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.

El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: 

- "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron decepcionados. 

- "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: 


- "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". 
Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero, después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció.

Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Cantaleta, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "Nada hay que hacer." El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos.

De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor, dijo con seguridad". Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo". 

Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor HABÍA MUERTO. Todos estaban felices, pero sorprendidos.
 
Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más se marchó. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?"

El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La Rutina."


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