Pero ella, sin embargo, ni siquiera tuvo una mirada, ni siquiera un ademán, ni siquiera una expresión amable. Nada en absoluto. Por lo tanto, estaba loco por ella.
Cuando tuvo una oportunidad, le dijo cuánto haría por ella, los palacios que construiría y las riquezas que amasaría. Como éstas eran cosas un tanto abstractas, ella respondió que no tenía interés en nada de eso.
En cambio le pidió un regalo que estaba completamente al alcance de él. Pidió al joven que le llevase el corazón de su madre. Y el muchacho lo hizo. Tomó un cuchillo, lo hundió en el pecho de su madre y le arrancó el corazón.
Luego, sonrojado de horror e intranquilidad por lo que había hecho, fue corriendo al bosque donde vivía esta joven perversa pero hermosa. Mientras corría tropezó con una raíz y cayó, y al caer se le escapó el corazón de las manos. Fue a recoger el precioso corazón con el que compraría el amor de una mujer, pero al agacharse oyó que el corazón le decía: "Hijo mío, hijo mío, ¿te lastimaste?".»
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