Eran cerca de las once de la noche.
Hacía algunos minutos había dejado a mi novia en su casa. El alto me tocó en el semáforo de Plásticos Róbelo.
Una persona caminó hacia el vehículo e inmediatamente puse el seguro. Era un joven con el rostro sucio que blandía en su mano derecha un trapo pretendiendo limpiar el parabrisas... Dije que no sin mucho entusiasmo. El insistió y mi paciencia se agotó, sentí que la sangre se me subía a la cabeza y baje el vidrio de mi ventana y encaré al joven casi gritándole: ¡Ya te dije que no!.
La primera apariencia que me dio fue hule pega, sin embargo al fijarme detenidamente en su rostro observé que estaba sucio, pálido y con una expresión de tristeza. Con ese trapo tan sucio dije más bien me vas a ensuciar el vidrio.
Él bajo su cabeza y guardó silencio. La actitud humilde del joven me impactó.
Me sentí incomodo y para tratar de suavizar la situación le dije: Por que no te compras una palita limpia vidrios y así das un buen servicio. Es que no tengo dinero respondió con voz suave que parecía un murmullo. Bueno pues ahorra y cómprate uno le respondí. Levantó los ojo y me dijo: Esta bien señor.
El incidente, quizás por ser algo tan frecuente en nuestra capital, se me olvido. Pasó el tiempo y una noche, en el mismo semáforo un joven con el cabello al viento y con una sonrisa contagiosa se me acercó alegremente y me preguntó: Ahora si señor me deja limpiarle el vidrio.
El joven lucía radiante, como si un rayo de felicidad iluminara su vida. Quedé unos instantes impávido, hasta que logré reconocerlo. Era el mismo joven de aquel incidente.
Ahora estaba limpio y blandía en su mano derecha una palita de esa con que limpian vidrios.
Mire Don, agregó el joven, le hice caso, ahorré y me compré mi limpiador, ahora me va muy bien. Una carcajada brotó desde mi corazón, era la exhumación de culpa por mi altanería de algunos meses atrás. Por su puesto respondí y el joven de forma eficiente limpió el parabrisas. Le pagué por sus servicios y el agradeció gentilmente.
En la noche repasé los acontecimientos. Ese joven no tenía recursos ni esperanzas. Pero la necesidad y la voluntad de salir adelante bastaron para asirse de una posibilidad: cambiar su trapo sucio por un instrumento más eficaz y así mejorar sus ingresos. Se esforzó y lo logró.
Cuántas veces, me pregunté, muchos de nosotros con más recursos y más estudio, nos hundimos en el desánimo y caemos en el abandono y negligencia.
Ese joven sencillo , pobre y quizás analfabeta me mostró, con su ejemplo, la luz que muchas veces necesitamos para ver en medio de la oscuridad del desánimo y la desesperación para volver a intentarlo de nuevo, para innovar la fe en nosotros mismos y levantarnos con el éxito, con la victoria.
A veces perdemos la capacidad de ver más allá de lo que está delante de nuestros ojos. Una persona puede ser desposeída, pero con una gran capacidad para mejorar. Sólo necesitan no alguien quien les grite, si no una mano amiga que los oriente. Hoy podemos orientar a alguien.
Si ves caído debajo de su carga el asno de uno que te aborrece, no se lo dejarás a él solo, ciertamente lo ayudarás a levantarlo . Exodo 23:5.
Cuando vi que ustedes no me ayudarían, arriesgué mi *vida, marché contra los amonitas, y el Señor los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, han subido hoy a luchar contra mí? Jueces 12:3