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jueves, 14 de agosto de 2014

"Un asesor de empresas que enseña cómo llenar un recipiente"


Un relato sobre cuáles deben ser nuestras prioridades en la vida

Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
-"¿Cuántas piedras piensan que cabe en el frasco?"
Después que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
-"¿Está lleno?".
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gramilla. Metió parte de la gramilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.
El experto sonrió con ironía y repitió:
-"¿Está lleno?".
Esta vez los oyentes dudaron:
- "Tal vez no".
-"¿Bien!", dijo.
Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
- "¿Está lleno?", preguntó de nuevo.
- "¡No!", exclamaron los asistentes.
- "Bien", dijo.
Y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
- "Bueno, ¡qué hemos demostrado?", preguntó.
Un alumno respondió:
- "Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas."
- "No", concluyó el experto: "Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrías colocarlas después.
-Cuáles son las grandes piedras en tu vida? DIOS, las personas amadas, tus hijos, tus amigos, tus sueños. Recuerda, pon las grandes primero. El resto, encontrará su lugar.















jueves, 5 de septiembre de 2013

Hoy debo escribir...

En momentos de nuestra existencia nos ha tocado vivir períodos fantásticos, como de ficción, pero muy pocas veces le damos la trascendencia que por las influencias tienen para el resto de nuestra vida. A veces intentamos hacer un esfuerzo por no recordarlos, pero no es tan fácil, porque somos el presente y no la casualidad y, sentimos que se estira la relación pasada en vez de alimentar la actual sea como sea.
No hay que echarle la culpa a nadie de lo que nos suceda, son las circunstancias las que muchas veces nos hacen alejar de la realidad, incluso he llegado a pensar si… ¿Vale la pena arrepentirnos? ¿Pedir perdón?... Cuando ni las disculpas ni las explicaciones cambian el hecho de sentirse nuevamente aceptado, sea cual fuere el caso. Esto me trae a la mente una conversación que sostuve con un amigo hace algún tiempo…
“De que se puede envejecer, madurar, tener trabajo, casa, familia y llegar a la realización `plena´, y siempre se le tendrá miedo a olvidar el pasado, pero el pasado inmediato, porque lo demás son recuerdos, memorias de la inocencia de todo ser humano, sólo evocaciones, porque por desgracia y sin remedio todos perdemos la inocencia”.
No hay que creer en las buenas intenciones de todo el mundo, pero si creer en un Dios, no como afirmación bastante vaga, sino realmente creer en Él, en un Dios mejor confeccionado, más real y más actual, menos cruel y que verdaderamente nos sirva de apoyo para profesar fe, esperanza y voluntad en la solución de nuestros problemas, con la seguridad de poder cambiar para estar consciente de que el planteamiento del proceder, sea correcto o no, depende de uno mismo.
Y es que debemos dedicarnos a las cosas que queramos mejorar, porque el tiempo pasa y pasa, y acumulamos una serie de cosas a las que debemos responder, limpiando ese cajón de desastres que nubla nuestra mente y nuestra razón y así escapar de los demonios que llevamos por dentro. Salir del encierro por medio de las palabras, romper los bozales que permitan expresar lo que se siente para no caer.
Si no podemos, entonces; destrozar las cadenas y mover los dedos para expresar en la escritura cada uno de los Pensamientos reprimidos, para no cerrar la mente, evitando que estalle la furia interior de un orgullo callado, cuando por lo limitado del ser humano no podamos abarcar todo lo que nos este pasando.
Por todo recomiendo expresarse, verbalmente o escribiendo, para uno mismo, para los demás, para todos, para no llorar, ni gritar, buscando soluciones practicas sin preciarnos de banalidades, en todo caso; blindarnos de una coraza bien fuerte con las armas más poderosas que poseemos: la inteligencia, la sabiduría, la razón y la palabra para comunicarnos. ¡Expresarse es el mejor antídoto al veneno de la ignorancia, del odio, de la injusticia y del dolor! ¡Hoy debo escribir! Continuará…
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